Radiaciones y salud geoambiental


Nuestros procesos vitales son electromagnéticos. Nuestro organismo funciona a base de impulsos eléctricos y magnéticos, dos conceptos intrínsecamente unidos, ya que toda corriente eléctrica produce un campo magnético. De la actividad eléctrica de nuestros órganos dan cuenta diversas pruebas médicas, como el electrocardiograma, el electroencefalograma, etc. Nuestros músculos se contraen por impulsos eléctricos.También el entorno en que vivimos es de naturaleza electromagnética. Vivimos sumidos en un océano de ondas y radiaciones. Algunas son de origen natural, como las que proceden del fondo del cosmos o de las variaciones del campo magnético terrestre. Otras son de origen artificial, generadas por los avances tecnológicos de la humanidad.No las vemos ni las sentimos, pero están ahí. Son fenómenos físicos y, como tales, se pueden detectar y medir. Todas esas radiaciones interactúan con nuestros propios impulsos bioelectromagnéticos y, en algunos casos, incluso interfieren. 
La salud geoambiental es un concepto de interés creciente en el siglo XXI a raíz de la penetración generalizada de las nuevas tecnologías en los hogares y oficinas. Los conocimientos científicos actuales permiten investigar, detectar y medir multitud de fenómenos que hasta hace poco no existían, como pueden ser las radiaciones provocadas por routers wifi, teléfonos inalámbricos, antenas de telefonía móvil, techos y suelos técnicos, etc. Pero la ciencia también permite profundizar en conocimientos que acompañan al ser humano desde la antigüedad y que el racionalismo propio de la era actual ha ido arrinconando sin mayor análisis.


Las radiaciones naturales

La Tierra es un inmenso campo magnético natural con dos polos, norte y sur. Ese magnetismo es imprescindible para la vida. Por ejemplo, las aves dependen de él para realizar sus movimientos migratorios. Sin embargo, no es un fenómeno uniforme y regular, sino que ha ido modificándose con el paso del tiempo.


Cuando en una zona concreta se registra una variación excesiva en las radiaciones naturales por la presencia de alguno o varios de estos factores, decimos que esa zona es geopatógena (de geos, tierra, y pathos, enfermedad); es decir, que produce o puede producir enfermedades. Este carácter nocivo para la salud puede agravarse, además, por la presencia de radiaciones artificiales, que saturan cada día más nuestro entorno.


Si este tipo de fenómenos se registra en los lugares en los que pasamos más horas al día, como la cama o nuestro puesto de trabajo, entonces el exceso de radiaciones interfiere con nuestros propios pulsos vitales. Nos obliga a un mayor esfuerzo de adaptación, con el consiguiente desgaste biológico, y tu salud puede verse seriamente alterada.


Las radiaciones artificiales

Vivimos en un entorno ultratecnológico. Los avances y descubrimientos científicos han incorporado a nuestra vida cotidiana tecnologías que nos hacen más cómodo el día a día. Pero también han alterado nuestro hábitat de una forma no prevista por nuestra evolución biológica natural. Nuestro organismo aún no ha desarrollado mecanismos adaptativos suficientes para sobrellevar esta exposición crónica cotidiana a los campos electromagnéticos artificiales.


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